
En los últimos años, el debate sobre la viabilidad de una producción completamente orgánica ha generado opiniones encontradas. Desde propuestas políticas ambiciosas hasta experimentos fallidos, el tema se encuentra en el centro de la discusión sobre el futuro de la agricultura y la sostenibilidad alimentaria.
Por un lado, vemos casos como el de Sri Lanka, donde un giro abrupto hacia la agricultura 100% orgánica tuvo consecuencias devastadoras. Según un artículo de El País, el experimento llevado a cabo en 2021 terminó por colapsar su sistema agrícola, afectando tanto la producción como la economía del país. Esto dejó una lección clara: un cambio radical sin preparación ni alternativas viables puede ser contraproducente.
En el otro extremo, países como Alemania apuestan por un aumento progresivo y planificado de la producción orgánica, con una meta ambiciosa pero realista del 30% para 2030 (Crónica). Este enfoque busca un equilibrio entre la sostenibilidad ambiental y la viabilidad económica, algo que parece más alcanzable y razonable.
¿Es viable?
La idea de una producción agrícola completamente orgánica tiene un gran atractivo moral y ecológico. Sin embargo, llevar esta idea al 100% no solo sería extremadamente costoso, sino que también podría comprometer la seguridad alimentaria global; pues los sistemas orgánicos, aunque más respetuosos con el medio ambiente, tienden a tener rendimientos más bajos que los convencionales, lo que genera desafíos significativos si se busca satisfacer la demanda alimentaria global únicamente con este tipo de producción (BBC).
Por otra parte, Robert F. Kennedy Jr., propuesto por Donald Trump como nuevo Secretario de Salud de EE.UU, ha abogado por la eliminación progresiva de químicos peligrosos en la agricultura, priorizando la salud pública y la protección del medio ambiente. Kennedy plantea que la exposición a pesticidas y otros productos sintéticos tiene efectos nocivos no solo para los ecosistemas, sino también para las personas, especialmente en términos de enfermedades crónicas. Su visión nos invita a replantearnos la dependencia excesiva de químicos tóxicos, aunque sin descartar la necesidad de alternativas viables que garanticen la productividad.

Enfoque biorracional
Por ello, la postura es clara: no es posible apuntar a una producción totalmente orgánica. Sin embargo, eso no significa que debamos renunciar a mejorar nuestras prácticas agrícolas. La solución está en abrazar un enfoque biorracional, combinando lo mejor de ambos mundos. Esto implica:
- Reducir al máximo el uso de químicos de alta toxicidad, reemplazándolos por alternativas menos agresivas, como bioinsumos y tecnologías verdes.
- Incorporar tecnologías y bioestimulantes que mejoren la eficiencia de los cultivos, respetando los ciclos naturales de los ecosistemas.
- Priorizar la educación y el desarrollo de políticas públicas que impulsen prácticas sostenibles y accesibles para productores de todos los niveles.
El debate sobre lo orgánico no debería polarizarse entre idealistas y pragmáticos. En cambio, debe enfocarse en cómo avanzar hacia una agricultura más sostenible, eficiente y ética, sin comprometer la producción de alimentos ni la viabilidad económica de los agricultores.
En un mundo donde la población sigue creciendo y los recursos son cada vez más limitados, el camino está en el punto medio: lo biorracional. Este enfoque nos permite avanzar hacia un sistema agrícola más equilibrado, donde la sostenibilidad no sea una meta utópica, sino un proceso constante de mejora.
